El desgaste de la banda de rodadura es un asunto serio. Una profundidad incorrecta del dibujo afecta de un modo significativo a las distancias de frenada del vehículo y también a la velocidad de colisión en caso de accidente. Los neumáticos muy gastados sufren un mayor riesgo de aquaplaning y reducen drásticamente sus prestaciones sobre asfalto mojado. No en vano se ha definido un mínimo legal –1,6 mm específicamente– que, en caso de ignorarse, puede provocar multas de las autoridades. Sin embargo, y ya que no comprobamos este detalle demasiado a menudo, dejémoslo en manos del sentido común. A saber: nunca conduzcas con neumáticos gastados.
¿CUÁNDO DEBO CAMBIAR LOS NEUMÁTICOS?
En una situación ideal, deberías sustituirlos cuando la profundidad de la banda de rodadura llegue a los 3 mm en las gomas de verano o 4 mm en el caso de invierno. Por tu seguridad y la de tus pasajeros, no es recomendable apurar hasta el mínimo legal. El desgaste es un factor natural para el único punto de unión entre tu vehículo y la superficie. Los neumáticos se fabrican a partir de una mezcla muy sofisticada de ingredientes químicos capaces de proporcionar funciones aparentemente contradictorias, como la adherencia y la baja resistencia a la rodadura, sobre asfaltos que no siempre presentan su mejor estado. Este difícil equilibrio entre los elementos va menguando con el paso del tiempo. La exposición al sol –en el caso de los neumáticos de verano– acelera el envejecimiento, mientras la lluvia y la nieve no hacen la vida de sus homólogos invernales nada fácil. Con el paso del tiempo, las cubiertas tienden a endurecerse, especialmente en la zona de la banda de rodadura. La pérdida de elasticidad hace que el compuesto reaccione peor a los cambios de temperatura y a las condiciones de agua. Recuerda, además, que una geometría de las ruedas incorrecta y no rotar de eje los neumáticos en el intervalo recomendado puede empeorar la situación.
¿CÓMO SE COMPRUEBA EL DESGASTE?
Llegamos a la pregunta clave: ¿cómo se verifica el estado del neumático antes de que sea demasiado tarde? Una comprobación visual y táctil de la superficie en busca de irregularidades representa el mejor punto de partida. Presta atención a cualquier clase de hinchazones y cortes, que por pequeños que parezcan pueden ser causa de problemas cuando aumentamos la velocidad. Acto seguido mide la profundidad del dibujo, acción que puede realizarse colocando una simple moneda (una unidad de un euro para los neumáticos de verano o de dos para los de invierno) en el canal central. Si prefieres un método más científico, echa un vistazo al Tread Wear Indicator, o testigo de desgaste. Se trata de un pequeño bloque de 1,6 mm de altura ubicado en uno de los principales canales de la banda de rodadura. Para encontrarlo, busca las letras TWI en el flanco. Si el desgaste ha llegado a la altura de este taco suplementario deberás reemplazar los neumáticos cuanto antes. La tercera opción es adquirir un profundímetro, pequeño aparato que apenas cuesta unos euros. Posicionado en el canal central de la cubierta, mide con precisión la profundidad, indicándote si ha llegado o no la hora de visitar el taller. Y repetimos de nuevo, en lo que respecta a los neumáticos, las decisiones las marca el sentido común, no el límite legal.