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¿Debe adaptar el estilo de conducción al tipo de tracción de su vehículo?

Tracción delantera, trasera o 4x4: tanto a nivel teórico como práctico, conocer qué eje transmite la potencia del motor es esencial para conducir con seguridad y eficiencia, especialmente en invierno

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Ponerse al volante sobre nieve puede ser una acción rutinaria para los habitantes de los países del norte de Europa. Sin embargo, cuando el blanco elemento riega las costas mediterráneas del continente, la mayoría de conductores se siente ante una condición desconocida, crítica. La experiencia es siempre un grado en esta clase de situaciones, y nos lo demuestran los conductores promedio de Suecia o Noruega, que se mueven sobre firmes helados como pez en el agua. Pero no existe una técnica universal para todos los coches, ya que el tipo de tracción condiciona sus reacciones.

¿Debe adaptar el estilo de conducción al tipo de tracción de su vehículo?
¿Debe adaptar el estilo de conducción al tipo de tracción de su vehículo?

Los neumáticos son esenciales

Existe una norma general que rige a toda clase de vehículos, sin importar su tipo de transmisión: resulta imprescindible calzar neumáticos en buen estado. En caso contrario, hasta el vehículo con la tracción total más avanzada del mercado y todas sus ayudas electrónicas se verá comprometido sobre calzadas con nieve o hielo. Y no tenga duda alguna, si se encuentra ante la tesitura de superar un puerto de montaña sobre firme nevado, un pequeño utilitario con tracción delantera y cubiertas de invierno será siempre más eficiente que un SUV 4x4 calzado con gomas de verano.

Tracción delantera sin grandes sorpresas

Un coche animado por las ruedas delanteras es, por naturaleza, directo, y reacciona casi igual que cuando se guía sobre asfalto seco en el día a día. El eje motriz se encuentra justo bajo el motor, esto es, en la mitad más pesada del vehículo, lo que ayuda a arrancar con relativa facilidad incluso en pendiente. Si excluimos las situaciones más delicadas, no deben aplicarse medidas especiales: acelerar y liberar el embrague como en cualquier otra arrancada, evitando, eso sí, el exceso, ya que ello forzaría la entrada del control de tracción, lo que complicaría las cosas.

En curva sus reacciones son de sobras conocidas, salvo por una adherencia más reducida. En principio, los tracción delantera se inclinan al subviraje, de modo que el eje anterior tiende a abrirse hacia el exterior de la curva, haciéndola más amplia si la velocidad es mayor que la sugerida por el sentido común y la física. Rodando a ritmo alto (sin excederse, claro), bastará con reducir gradualmente la presión del acelerador para devolver el agarre a las ruedas directrices y, con ello, recuperar la trayectoria adecuada.

Cuidado con la zaga

Por el contrario, un automóvil de propulsión proporciona una respuesta menos intuitiva, que en muchos casos se puede considerar divertida, pero sólo fuera de carreteras abiertas y con tráfico fluido. La tracción trasera es una solución reservada a coches con características deportivas o para berlinas de prestigio dotadas de mecánicas potentes, una prerrogativa que no debe tomarse a la ligera cuando se pisa el acelerador. Y mucho menos en curva. Si se circula sobre nieve, hay que medir bien el uso del acelerador a fin de evitar el sobreviraje, acción en la que la zaga del coche busca adelantar al eje delantero, forzando al conductor a realizar un contravolante para evitar salirse de la calzada.

Las cuatro ruedas motrices no le hacen invencible

La tracción a las cuatro ruedas se convierten en la opción que garantiza el mejor equilibrio en todas las situaciones; sin embargo, no se sienta invencible al volante de un SUV de última generación en un puerto de montaña completamente nevado. En subida, su comportamiento es ejemplar: la suma de tracción total, electrónica y neumáticos de invierno constituyen la mejor receta para salvar el obstáculo con seguridad. La historia cambia en las bajadas, donde los crossover 4x4 afrontan las mismas desventajas que los coches convencionales con un pequeño extra en negativo, un notable incremento de la masa.

El arte de frenar en bajada

El peso del coche se siente especialmente cuando se pisa el freno, alargando notablemente las distancias de detención en línea recta y haciendo de la entrada al viraje un punto crítico. ABS y ESP previenen el bloqueo de las ruedas y aseguran el mantenimiento de la direccionalidad, pero si se rueda a una velocidad demasiado alta no se pueden pedir milagros a los controles electrónicos. Cuando se conduce en pendientes descendentes al volante de un coche con cualquier tipo de tracción es importante aprovechar al máximo el freno motor, limitando el uso del pedal de freno a momentos imprescindibles y siempre con el volante recto. Y no olvide un comportamiento habitual de los vehículos que equipan cadenas para nieve en el eje delantero: el considerable diferencial de agarre entre ambos trenes amplifica el efecto del sobreviraje si se toca el pedal en plena curva, incluso a baja velocidad.

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