El sábado, 15 de junio, debía ser una jornada de descanso para Giorgio Schön y Enrico Guggiari en Novosibirsk, epicentro del transporte transiberiano y localidad con una media anual de temperatura de 0ºC: “Sin embargo, llevamos trabajando en el coche desde las 8 de la mañana –afirma un Guggiari que, pese a todo, se muestra satisfecho–. Hasta ahora todo ha ido bien, y este parón nos ha servido para introducir algunas mejoras en el Ferrari gracias a la ayuda de un mecánico de Rossocorsa, que ha venido hasta aquí exclusivamente con este cometido”.
Ya hace dos semanas que estos dos experimentados hombres de negocios y pilotos, nacidos en 1946 y 1947, abandonaron Pekín con destino a París al volante de un Ferrari 308 GT4 fabricado en 1975 y calzado con gomas Pirelli. Les acompañan en la ruta otras cien tripulaciones en automóviles clásicos que conforman lo que todos están de acuerdo en confirmar como una de las más espectaculares pruebas de resistencia del mundo. Pero esta increíble odisea no empezó especialmente bien para nuestros protagonistas: “Perdimos dos días al inicio por culpa mía. Fue un problema físico, una piedra en el riñón –afirma Guggiari, ya totalmente restablecido–, la que demoró nuestra arrancada. Y de no haberse producido ahora nos tendría luchando por el liderato. Ahora estamos a mitad de la tabla, pero la experiencia está siendo sensacional”. En Mongolia debieron afrontar especiales muy difíciles, rodando a medias de 80 km/h en carreteras destrozadas y muy difíciles de interpretar. Con todo, esta experiencia al volante contrastaba con unos paisajes espectaculares, auténticos y libres de turistas. Cuando se le pregunta sobre lo mejor del viaje hasta ahora, Guggiari no tiene dudas: “El desierto del Gobi, por sus increíbles colores. Los valles jalonados por montañas nevadas son espectaculares… pero durmiendo en una tienda de campaña, ¡les aseguramos que se pasa frío!”.
Su Ferrari se está comportando a la perfección hasta ahora, al igual que los neumáticos Pirelli Scorpion ATR que calza, ideales para el difícil terreno que han debido sortear. A su llegada a Europa, Schön y Guggiari cambiarán las cubiertas por unas CN36 de Pirelli Collezione, las mismas que usaba en su día el 308 GT4, e ideales para carreteras asfaltadas. En ellas tratarán de recuperar parte del retraso acumulado en las primeras jornadas. Ahora se encuentran cruzando Kazajistán en dirección, una vez más, a Rusia, y, como pueden imaginar, la devoción que despierta su Ferrari es idéntica en todas partes.
Los problemas y las aventuras en esta ruta están a la orden del día: “Siempre sucede alguna locura –prosigue Guggiari, que aunque reafirma el sufrimiento está disfrutando de lo lindo con el viaje–. Un equipo debió parar para cambiar una rueda perdida arrastrada por la corriente, mientras unos rivales trataban de atajar intentando cruzar un río… y creo que se quedaron atascados allí dos días completos”. Todo es normal para una carrera que se celebró por primera vez en 1907 y que en la actualidad se ha convertido en un desafío de 40 jornadas: “La gente que encontramos es extremadamente generosa con nosotros, y disfrutamos de una acogida muy agradable. En Rusia, coincidiendo con el final del colegio, los niños están todos jugando en la calle. Hemos disfrutado de infinidad de fiestas”.
“Mi amistad con Schön no se ha resentido durante el viaje, pese a las muchas horas que pasamos juntos, en situaciones a menudo difíciles y estresantes. Claro que, entre que los dos estamos un poco ‘sordos' y el motor del coche hace mucho ruido, eso es de gran ayuda”, bromea Guggiari. Hace poco, en Novokuznetst, el Ferrari 308 GT4 se negaba a arrancar, así que debieron reclutar a docenas de rusos para, literalmente, darle un empujón. Quedan todavía muchas anécdotas y risas, pero todos jalean a Giorgio Schön, Enrico Guggiari y su Ferrari en su camino hacia la meta de París el próximo 7 de julio en la Place Vendôme. No pueden fallar.