La sostenibilidad es buena, ¿verdad? Nos promete un planeta que usa sus recursos de modo responsable y un futuro sin la temida catástrofe climática. Sobre el papel suena bien, pero no hemos cambiado lo suficiente. Hemos llegado a un consenso sobre la teoría, pero no parece que seamos capaces de llevarlo a la práctica.
Nuestra historia reciente no invita precisamente a la esperanza. La amenaza climática ha estado siempre en la agenda de las últimas dos décadas, pero ni así han dejado de aumentar las emisiones de carbono y otros gases de efecto invernadero.
Ahora bien, puede que esa mala lección nos sirva de guía para el futuro inminente. La historia está llena de cambios rápidos e inesperados, tanto para bien como para mal, que van desde la revolución de los antibióticos al estallido de la I Guerra Mundial. Todos estos momentos tienen algo en común: se trata de puntos de inflexión que, de pronto, alteran por completo el curso del mundo.
El punto de inflexión
La pregunta es: ¿estamos al borde del punto de inflexión en materia de sostenibilidad y cambio climático? Puede que hasta ahora fuera posible, pero 2021 nos indica que esa afirmación va camino de convertirse en realidad.
No existe explicación científica al respecto. Se trata más bien de una suma de datos autorizados, intervenciones políticas y actuaciones de ‘influencers' que nos han empujado a abandonar el conformismo. Y la investigación sugiere que una disrupción global como la pandemia se ha unido a la causa en forma de catalizador del cambio a largo plazo.
En múltiples lugares del mundo ya se aprecian las primeras pruebas del cambio. Una de ellas es la reorganización del transporte urbano que ha provocado la pandemia del coronavirus. De Milán a Bogotá, pasando por Londres o Nueva York, los planificadores urbanos se han visto obligados a redistribuir el espacio dedicado a ciclistas y peatones, colectivos que han dado la espalda a autobuses y toda clase de medios de transporte colectivos. Las nuevas infraestructuras para servir a los usuarios de esta ‘movilidad con distancia de seguridad' no han dejado de crecer en esas ciudades, creando una tendencia que ha llegado para quedarse. De modo casi sigiloso, la expectativa de la movilidad de emisiones cero ha aparecido por sí sola.
Otras alternativas
Podrá parecer un cambio pequeño, pero no debemos obviar que esas minúsculas alteraciones llegan asociadas, a menudo, a cambios globales. Y uno de ellos, también visible, es el modo en que nuestras actitudes están cambiando… a escala global.
El centro de investigación Pew lleva investigando opiniones de la ciudadanía respecto al cambio climático desde 2013, y sus encuestas recientes evidencian importantes crecimientos en el número de personas que ven a la emergencia climática como una gran amenaza. En Francia, por ejemplo, el 83% de los encuestados se decantó por esta opción, contra poco más del 50% en 2013. Y estos repuntes se replican por igual en muchos otros países.
Este cambio de actitud se debe, en cierta medida, a la influencia de algunas personalidades. Figuras mundiales de gran reconocimiento, como Greta Thunberg o Sir David Attenborough tienen, probablemente, más poder de persuasión que cualquier frío dato a la hora de hacernos repensar nuestros comportamientos –gracias, en gran medida, a las redes sociales.
Voces autorizadas
El cambio también ha llegado al mundo de los negocios. Cada vez son más las figuras que alzan la voz contra las emisiones de carbono, y aquí podemos incluir a representantes de compañías petrolíferas y fabricantes automovilísticos.
Estos movimientos dan más relevancia a aquello que los países dicen y hacen. Los dos principales emisores de CO2 mundiales son Estados Unidos y China, y ambos están poniendo en marcha políticas ambiciosas de reducción de emisiones de carbono: los EE.UU. regresarán al acuerdo sobre el clima de París, y China sorprendió al mundo cuando anunció, en 2020, que tiene como objetivo lograr la neutralidad de carbono en el año 2060.
Este tipo de iniciativas pueden ser de gran ayuda para cambiar la mentalidad de las personas. La cuestión ahora es si vendrán acompañadas de acciones tangibles.
Cambio de hábitos
Existe una razón importante para creer que así será, y se llama Covid-19. Acabamos de cerrar un año en el que nos hemos visto obligados a cambiar; a la fuerza. Hemos aprendido que ya no es una quimera alterar nuestros hábitos, ni siquiera aquellos profundamente arraigados, ni mucho menos hacerlo rápidamente.
Ya sabíamos que adoptar la sostenibilidad como camino vital e iniciar el camino hacia las emisiones cero será complicado, pero tras la pandemia, la economía mundial necesitará una reconstrucción. ¿Por qué no iniciarla de modo sostenible?
En los próximos meses, a medida que el Covid-19 vaya decayendo, empezaremos a recuperar la normalidad –que para algunos se parecerá a la antigua rutina. Volveremos a conducir y a volar, todos con idea de recuperar el tiempo perdido. El año del coronavirus quedará (esperemos) en el olvido, y pronto parecerá una pesadilla del pasado.
Pero vayamos más allá. Las cosas serán distintas, porque, casi por accidente, habremos superado el punto de inflexión de la sostenibilidad. Y nada, ni siquiera el mundo de la movilidad, volverá a ser el mismo.