Lucio Fontana ha llegado al éxito en algo que muchos otros artistas siempre habían intentado: romper el espacio. En 1949 ya perforó el lienzo por primera vez, y en 1958 lo llegó a cortar, atravesando su superficie para siempre. La irreversible y transgresora naturaleza del artista se convirtió, de repente y contra pronóstico, en una expresión del poder revolucionario de un flash, de una inspiración. Fontana cruzó el insondable horizonte de las dos dimensiones en el momento preciso, el punto en el que el siglo XX había enterrado todas sus certezas por la vía de una conexión con la teoría de la relatividad, la investigación sobre la mecánica cuántica, las geometrías no-Euclideas y el principio de la incertidumbre. No sorprende, por tanto, que el cosmos y las aventuras en el espacio fueran tan importantes para el fundador del Espacialismo: él fue el creador del primer Ambiente Espacial en 1949, un momento en el que la humanidad empezaba a fijar su atención en el cielo. En los cuatro años anteriores, el lanzamiento de misiles y la los aviones para estudiar la tierra desde las alturas llegaron junto a las primeras observaciones astronómicas del espacio y el descubrimiento de la primera galaxia por radio, campos magnéticos de estrellas, la polvorienta y helada estela de los cometas y los satélites de Urano y Neptuno. El asteroide Icarus, el hallazgo de CO2 en Marte y la superficie irregular de la Luna se desvelarían poco después. En la línea de muchos descubrimientos científicos de la época, Fontana –atraído por la novedad– siempre trabajó con materiales como el yeso, la cerámica, la pintura, el neón y la luz de Wood, y también experimentó en profundidad con los conceptos de espacio, luz, vacío, el cosmos y la materia, revolucionando su esencia; en definitiva, cambió el concepto tradicional de la escultura y, por encima de todo, logró la inmortalidad gracias a ir más allá –como bien conocen sus seguidores– de las dos dimensiones de la pintura. Fue durante ese estudio del espacio que –junto a sus obras más conocidas, que suelen recibir más atención– nacieron los Ambientes Espaciales de Fontana. Concebida de 1949 en adelante y en vigor hasta su muerte, a lo largo de todos estos trabajos experimentales, Fontana estableció una relación experiencial con los espacios arquitectónicos. Aquí cabían el diseño de habitaciones y pasillos para galerías y museos, e instalaciones en bloques de pisos o cines, que al final de cada muestra casi siempre se desmantelaban o destruían. Tan sólo se conserva el primer Ambiente.
En una obra maestra de estudio filológico, recolección de materiales –utilizando para ello archivos de la Fundación Lucio Fontana– y restauración, la historiadora del arte Marina Pugliese, la restauradora Barbara Ferriani, y el director artístico del HangarBicocca de Pirelli, Vicente Todolì, recrearon y reunieron cronológicamente nueve de los Ambientes Espaciales de Fontana y dos trabajos experimentales para su muestra, titulada Ambienti/Environments.
Esta exhibición sin precedentes se abrió al público entre septiembre de 2017 y febrero de 2018 para reafirmar la modernidad y la fuerza de la innovación del viaje experimental del artista. La muestra ha recibido un gran reconocimiento con la entrega del galardón Global Fine Art en la categoría “Mejor exposición Impresionista y Moderna”.
Fue el propio Fontana quien trazó una distinción entre sus Espacios y las intervenciones espaciales: estas últimas son trabajos aislados desde el espacio, habitaciones dentro de las que existe una relación muy precisa entre objetos, luces, los materiales que los constituyen y el ambiente en los alrededores; los Espacios, en cambio, son trabajos encargados por arquitectos para lugares abiertos que guardan una relación abierta con el espacio y van más allá de la idea encerrada en un contenedor.
Cada obra se presenta en espacios reconstruidos que respetan fielmente las dimensiones originales, y cada galería supone una experiencia a pie para el visitante. Abre la exposición Struttura al Neon, diseñada para la Triennale de Milán de 1951: un mosaico luminoso formado por más de 100 metros de tubos de neón. “Los recursos de la tecnología moderna nos permiten crear formas artificiales, maravillosos arcoíris y letras luminiscentes en el cielo”. Esto mismo es lo que Fontana hizo, por ejemplo, en Ambiente spaziale a luce nera (1948-1949), una estancia oscura en la que resaltan objetos de papel maché coloreados con pintura fluorescente colgados e iluminados con luz ultravioleta. La relación supera a la simple contemplación, gracias a formas con símil extraterrestre y colorido –de nuevo fluorescente– en un trabajo que no es ni escultura ni pintura, sino un punto medio en el que el artista crea una confusión física y visual sobre el espacio y la luz. Los restantes espacios de la exhibición, además de la reconstrucción de varios Espacios diseñados en el pasado por Fontana, es la realización hasta el extremo de llevar el trabajo del artista no solo en el espacio sino también en el tiempo, permitiendo una mejor recepción por parte de la audiencia actual, mucho más preparada que la de su tiempo. El galardón Global Fine Art recibido en Nueva York es la prueba de ello.