Auténticas entusiastas del motor, campeonas al volante y emprendedoras visionarias. Las mujeres siempre han amado los coches y algunas de ellas se han convertido en verdaderas heroínas al volante –conquistadoras y valientes–, si bien, desgraciadamente, a menudo relegadas a un papel secundario. El mundo del automóvil tal y como lo conocemos hoy recoge algunas aportaciones de la visión femenina, producto de una gran secuencia de invenciones, hitos deportivos y ejemplos de liberación históricos.
Si esas mujeres no hubieran creído en sí mismas, participado en importantes proyectos o creído en su pasión, el automóvil –universo mayoritariamente masculino– no sería igual. Antes de la llegada de inventoras, pilotos, emprendedoras y directivas a las compañías de ayer y hoy, existió un selecto grupo de mujeres que, de la mano de sus inventos, añadieron un plus en plena infancia automovilística. Si echamos la vista atrás, en agosto de 1888 encontramos a la primera mujer que dejó su sello entre coches, la alemana Bertha Benz. Esta ferviente defensora de su marido, Karl Benz, el inventor del primer coche autopropulsado, realizó el primer viaje en automóvil para demostrar que el vehículo era perfectamente capaz de lograr este propósito. Por ello cubrió 106 km entre Mannheim y Pforzheim al volante del Benz Patent Motorwagen Model III.
Invenciones femeninas
Otras dos mujeres pasaron a engrosar la historia del automóvil una década más tarde, esta vez en Francia. El vehículo llegó a aquellas latitudes gracias a los esfuerzos de Louise Sarazin quien, tras la muerte de su marido Edouard, asumió el cargo de directora de la compañía Daimler. En 1898, la Duquesa Anne d'Usez fue la primera mujer que obtuvo el carnet de conducir… y también la primera en ser multada por exceso de velocidad. Posteriormente, en los años 20 se fundó el primer club automovilista exclusivamente femenino de Francia.
Numerosas mujeres también han dejado su sello en el campo del diseño automotriz. Debemos, por ejemplo, a Margaret Wilcox, el sistema de calefacción a bordo. Ella misma lo patentó en 1893 para mejorar el confort de los viajes invernales. Los limpiaparabrisas los diseñó y registró Mary Anderson tras ver a un conductor de Nueva York con sus ventanas abiertas para despejar su parabrisas del agua de la lluvia. Otra mujer que utilizó su creatividad para ayudar a esta incipiente industria fue Florence Lawrence. Recordada y venerada públicamente como actriz de cine (tras aparecer en más de 270 películas), fue la creadora de las primeras señales indicadoras de frenada y dirección, propuestas para las que se apoyaba en un botón que accionaba un brazo mecánico. La británica Dorothy Levitt escribió, en 1906, un libro con consejos de conducción para mujeres, sugiriéndoles que utilizaran un espejo para comprobar lo que ocurría tras el vehículo. Fue esta apreciación la que impulsó el nacimiento del retrovisor, inicialmente juzgado por los fabricantes como un dispositivo exclusivamente destinado a satisfacer la vanidad femenina… pero que en sólo una década pasó a convertirse en una exitosa invención.
Toque e intuición femenina
La franco-rusa Sonia Delaunay-Terk diseñó el primer coche con una carrocería de plancha de metal pintada a juego con los colores de su ropa –una innovación posteriormente adoptada por la escuela Bauhaus. Otras mujeres transformaron su pasión por el motor en una profesión. En la Inglaterra del siglo XX, las chóferes –conductoras de taxi profesionales– empezaban a ser habituales en las calles, en el tiempo en que Campbell von Laurentz se convertía en la primera escritora que relataba sus experiencias en el libro “My Motor Milestones” (mis hitos del motor). Desde el principio, los coches fueron un sinónimo de libertad en el imaginario colectivo femenino. En 1927, Clärenore Stinnes, a los 24 años de edad, dio la vuelta al mundo en su Adler Standard, una aventura que le ocupó dos años completos para cubrir un recorrido de casi 47.000 kilómetros. Virginia Woolf afirmaba que los automóviles le ayudaban a ampliar su visión del mundo, y adquirió el suyo propio con los beneficios de los derechos de autor recaudados por su novela “To the Lighthouse” (traducida al español como “Al faro”). Mujeres y coches han representado siempre un binomio ganador, hasta el punto que el diario New York Times escogió un autorretrato de la pintora mexicana de Art-Déco, Tamara de Lempicka, al volante de su Bugatti Verde como símbolo de una nueva era motorizada, una etapa que situaba a las mujeres, desde el principio, como protagonistas principales.