China ha sido el primer país en iniciar la desescalada progresiva del teletrabajo tras el confinamiento decretado por el Covid-19, y lo ha hecho con una infinidad de cambios. A modo de ejemplo, para acceder a las futuristas instalaciones de las compañías tecnológicas afincadas en los edificios Wangjing Soho de Pekín, no basta con mostrar la tarjeta de acceso a la oficina, sino un código QR proporcionado por el gobierno que exhibe el historial personal de desplazamientos en tiempo real. La mascarilla es obligatoria y se toma la temperatura a todas las personas que desean entrar, operación que se realiza con un escáner térmico que identifica a cualquier individuo con indicios de fiebre.
Entre tanto, la mayoría de empresas del complejo tratan de asumir las nuevas rutinas del empleo, espaciando los puestos de trabajo, instalando barreras de protección, implementando medidas sanitarias y redefiniendo los turnos para evitar las aglomeraciones, empezando por establecer nuevas normas de uso de los ascensores y modos de asegurar la distancia social.
Cambian las reglas básicas de los negocios
Compañías de todo el mundo trabajan a destajo para establecer protocolos similares con el fin de hacer retornar a sus empleados a sus puestos de trabajo en fábricas y oficinas; unas normas que probablemente seguirán en vigor durante meses o incluso años. Muchos grandes fabricantes, entre ellos las mayores compañías automovilísticas, ya han iniciado la puesta en marcha de sus cadenas de montaje, priorizando ante todo la seguridad de sus trabajadores. Sin embargo, este aspecto –sin duda importante– puede acabar siendo la menor de sus preocupaciones. Los cambios en el mercado y la estructura de los negocios pueden plantear desafíos de mayor calado. Las reglas básicas de todos los sectores están cambiando y cada uno de ellos deberá encontrar su propio camino.
El mayor impacto de la pandemia se sitúa en la demanda. Durante el confinamiento, los consumidores han gastado menos, y además lo han hecho de un modo distinto. Las empresas se han visto obligadas a modificar sus mixes de producto –por ejemplo, muchos fabricantes y minoristas han reducido sus líneas de producto al tiempo que incrementaban el tamaño de sus envases. De este modo han atraído a consumidores que realizan menos operaciones de compra pero hacen mayor acopio de productos. Las compañías más ágiles –aquellas capaces de responder al comportamiento cambiante de la demanda– recogerán los beneficios.
Las firmas también han debido planificar un complejo entorno productivo. Las restricciones derivadas de la pandemia no se levantarán de golpe en todo el mundo, y sus condiciones variarán en función del país. Es más, estas normas pueden desaparecer y reimponerse con facilidad. Por este motivo, las cadenas de suministro ininterrumpidas y transfronterizas de antaño quedarán a merced de un libre movimiento que no estará garantizado.
Resiliencia
Ha llegado el momento de aplicar un nuevo pensamiento estratégico, especialmente para aquellos fabricantes que fiaban al completo sus operaciones a los beneficios de la era de la globalización, y que ahora deberán cambiar su modus operandi, por no decir su filosofía al completo. Muchas de las compañías focalizadas en la eficiencia hablarán ahora de resiliencia. El modelo operativo ‘just-in time' (justo a tiempo) basado en un inventario mínimo, relaciones integradas con una serie de pequeños suministradores esenciales y una logística maleable se ha tornado vulnerable. Resiliencia, pues, equivale a operaciones que no fallan aunque caiga una parte de la cadena.
Por encima de todo, la aceleración de la transición a la automatización y la digitalización se ha tornado obligada. La automatización significa mucho más que instalar de cadenas de montaje robotizadas: la operación con inteligencia artificial implica que muchas de las tareas, del diseño a la administración, o de la limpieza al vuelo de un dron, podrán realizarse con maquinaria autónoma –que está, por cierto, a salvo de infecciones por coronavirus.
Al mismo tiempo, la comunicación digital de banda ancha que ofrece la red móvil 5G puede afianzar el modelo de trabajo remoto y ‘online first' puesto en práctica durante el confinamiento. De acuerdo con una investigación reciente de PwC, la mitad de las empresas planean ofrecer el teletrabajo como opción permanente para aquellos puestos que lo permitan.
La amenaza de una pandemia se temía desde hace años, pero se ha acabado demostrando que no estábamos preparados para afrontarla. Esta situación ha cambiado. Acabaremos controlando el Covid-19, pero no quedaremos a salvo de una nueva enfermedad. Desde el año 2000 se ha registrado una epidemia viral cada tres años –SARS, MERS, Ébola, H1N1, Zika…–, y todas han tenido un cierto impacto global. Las empresas no pueden errar de nuevo.