El Calendario Pirelli de 1972 fue el primero de la historia encargado a una mujer y supuso un cambio radical en cuanto al tono y estilo. Aunque no especialmente valorado en su época, hoy día es uno de los más preciados por su arte y originalidad.
El director de arte del Calendario, Derek Forsyth, creía que había llegado la hora de arrinconar la fórmula de las mujeres bellas en playas tropicales: “Había un sentimiento generalizado, por lo menos en Inglaterra, de que el estilo pin-up estaba pasado de moda. Sentía que debíamos dar un paso atrás, proponer algo romántico, y para ello debíamos confiar la obra a una mujer”. Forsyth optó por Sarah Moon, cuyas imágenes etéreas y elegantes redefinirían la fotografía de moda en los años setenta.
Para la edición del Calendario Pirelli de 1972, la fotógrafa francesa Sarah Moon trabajó junto a la maquilladora Barbara Daly para crear un look romántico y nostálgico en las modelos, que evocan un fin de ciclo de la fotografía erótica. El maquillaje “no es una máscara, es una forma de destacar la belleza y la personalidad”, dijo Moon una vez.
Un toque nostálgico
La edición de 1972 no respondía a un tema concreto. Se trataba de una exploración de la feminidad desde la lente de Moon. El set fotográfico se fijó en la Villa Les Tilleuls, una casa de Poissy, tranquila localidad situada a las afueras de París. Moon cuidó hasta el más mínimo detalle. Escogió seis modelos protagonistas: Inger Hammer, Mick Lindburg, Suzanne Moncur, Boni Pfeifer, Magritt Rahn y Barbara Trenthan, todas ellas de pequeña estatura, nada voluptuosas, con los ojos grandes y labios prominentes.
El Calendario Pirelli de 1972, obra de la modelo convertida a fotógrafa Sarah Moon, se tomó en Villa Les Tilleuls, en las afueras de París. La fotógrafa de moda francesa vistió a sus modelos usando lencería vintage de la firma Monette y las retrató bajo una luz suave y difusa para crear unas imágenes elegantes, etéreas y con una belleza encantadora.
Moon definió cuidadosamente la escena, que buscaba ofrecer una sensación de fin de ciclo. Su equipo, formado por la maquilladora Barbara Daly, la estilista Axelle Klementieff y los peluqueros Gerald y Laurente, de Mod's Hair, completó el toque vintage con ropa interior de época (obra de la firma de lencería parisina Monette) y unos cortes de pelo y maquillaje de cierto aire nostálgico.
El uso de una luz suave y difusa, unido a una paleta de color bastante apagada evocaba un reino ficticio y casi onírico, jugando con la idea del “tiempo muerto” (en palabras de Moon) –momentos privados, robados y alejados de la mirada masculina, y en los que las mujeres son capaces de expresarse por sí mismas. “Femenino de verdad”: así describió un crítico ese enfoque. Un encuadre casi accidental y el ambiente informal de muchas imágenes (en una de ellas se muestra a una modelo planchando) apunta a una especie de liberación de los preceptos habituales de los calendarios de pin-ups. ¿Se trata de fotografías sexuales o sensuales? Quizá ni una cosa ni la otra. Cualesquiera que fueran las intenciones de Moon, el Calendario de 1972 generó un gran revuelo: “Gustó a la gente, pero puede que fuera demasiado allá”, apuntaba Forsyth. “No estoy seguro de que los talleres lo valoraran como es debido, pero las imágenes son brillantes. Son como pinturas, eternas”.
En 1972, Sarah Moon fue la primera mujer que firmaba un Calendario Pirelli. Gracias al uso de ropa vintage, luz suave y una paleta de colores apagada, casi sepia, dibujó una visión encantadora, casi onírica, de la feminidad, que parecía emanar de una época pasada. Las imágenes de Moon marcaron un cambio radical de tono respecto a las ediciones previas del almanaque, protagonizadas por mujeres bellas en playas tropicales y que respondían al clásico estilo pin-up.
Un nuevo camino
A pesar de esta puesta en escena de aire nostálgico, el Calendario Pirelli de ese año fue muy oportuno. El movimiento a favor de los derechos de la mujer empezaba a ganar fuerza en el mundo (en 1972 la Enmienda de Igualdad de Derechos encendió el debate político en los Estados Unidos) y surgieron no pocas cuestiones sobre el modo como se mostraba a las mujeres y quién lo hacía. Las fotografías de Moon, junto a las de otra innovadora, Deborah Turbeville, se tomaban desde una estética y un punto de vista diferente. A diferencia de las hipersexualizadas y saturadas versiones de sus colegas hombres, las fotografías de Moon mostraban a la mujer borrosa, melancólica e inquietante. Un modo triste pero bello al mismo tiempo y que abría la puerta a un nuevo estilo de fotografiar la moda para una nueva etapa y un nuevo consumidor.
Cuando Moon recibió el encargo del Calendario de 1972 se encontraba apenas dando sus primeros pasos en el mundo de la fotografía comercial. Nacida como Marielle Warin en 1941 en el seno de una familia judía, su familia se vio forzada a mudarse de Francia a Inglaterra durante la II Guerra Mundial. En su adolescencia estudió dibujo antes de trabajar como modelo en Londres y París, lugares en los que su diminuta estatura no le impidió compartir set con leyendas de la fotografía como Helmut Newton, Irving Penn o Guy Bourdin. En los años sesenta empezó a tomar imágenes de algunas amigas modelo: “Me prestaron una cámara para las pausas entre escena y escena, y me dediqué a tomar fotos”, recordaba en una entrevista para The Independent en 2011. “Todo surgió de la amistad”. No especialmente devota del trabajo como modelo, lo abandonó en 1967 para dedicarse en pleno a la fotografía bajo su nuevo nombre: Sarah Moon.
Moon trabajaría para publicaciones de la talla de Vogue, Marie Claire, Harper's Bazaar y Elle. Sin embargo, puede que su trabajo más conocido sea el que firmó para Biba y Cacharel. Sus campañas para esta última eran seductoras, románticas y misteriosas, y sirvieron para redefinir el lenguaje visual femenino de los años setenta.
El Calendario 1972, retratado por la fotógrafa francesa Sarah Moon en Villa Les Tilleuls, en las afueras de París, muestra un estilo que recuerda a las bailarinas de Degas. Moon es conocida por sus propuestas románticas, casi melancólicas, de la fotografía de moda, y es famosa por sus campañas para las firmas Biba o Cacharel.
Un eco de los tiempos
Años más tarde, Moon pasó a realizar cortometrajes inspirados en los cuentos de hadas, aunque su verdadero legado quedará unido para siempre a la fotografía de moda, que consiguió elevar a categoría de arte. Sus trabajos llevaban al límite ficción y fantasía, y exploran en todo caso unas ideas verdaderamente complejas de la feminidad y el deseo. Objetivo que plasman sus retratos para el Calendario Pirelli de 1972.
Sarah Moon fue la primera fotógrafa de un Calendario Pirelli, para el que firmó un conjunto de imágenes encantadoras protagonizadas por mujeres en ropa vintage. La sucedieron otras colegas como Joyce Tenneson, en 1989, Annie Leibovitz, en 2000, e Inez van Lamsweerde (junto a Vonoodh Matadin) en 2007.
“Me veo igual que los fotógrafos de reportajes, cuyo trabajo es una especie de declaración sobre la vida”, afirmaba Moon, recién cumplidos los 80 años, en 2011. “No creo que esté haciendo nada definido, expreso algo, quizá un eco del mundo”. Y ese eco sigue reverberando alto y claro.